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Originalmente, la serie clamor de Netflix, Stranger Things, había sido pensada como una producción de antología que tomaría diferentes temas y personajes en cada temporada. Felizmente esa idea fue descartada para presentarnos un desarrollo continuo y bastante elaborado de la historia del grupo de amigos cuyas vidas cambian luego de presenciar eventos “fuera de este mundo”.

Desde su primera y sorprendente aparición en el 2016, son muchos los cambios que hemos observado en la serie. Siendo el más consistente y natural el crecimiento de los niños que ahora lidian con los distintas vicisitudes de lo que significa entrar a la pubertad y la adolescencia. Y, por si eso fuera poco, extraños acontecimientos siguen azotando a la comunidad de Hawkings, lo cual obligará a nuestro grupo de protagonistas a juntarse una vez más.

Desde la segunda temporada ha pasado un año dentro de la ficción, desde que Eleven (Millie Bobby Brown) pudo cerrar la brecha que conectaba este mundo con el “Upside down”, consiguiendo una vez más que todo vuelva a la normalidad.  Los primeros episodios de la nueva temporada no pierden tiempo alguno y desde el inicio nos brindan una idea bastante aterrizada de dónde se encuentra cada uno de los personajes de la serie. Por un lado, podemos ver que, para los ahora adolescentes, se les hace mucho más sencillo el poder continuar con sus vidas, entregándose al romance de sus alborotadas hormonas y/o intentando retomar (con menos fortuna) los retazos de su niñez en desvanecimiento.

En contraste, todas estas primeras secuencias también nos pintan lo complicado que puede ser para los adultos el poder encontrar la paz con los acontecimientos pasados. Sobretodo para el personaje de Joyce (Winona Ryder), quien de alguna manera se le complica leer las actitudes y anhelos de Jim Hopper (David Harbour), personaje que definitivamente ha tenido una evolución más clara y ya no esconde el dolor y el pesar que lo limitaban desde los primeros minutos de la serie.

Más allá de lo realmente entretenido que es el tema de fantasía y ficción en el que nos podemos sumergir en Stranger Things, su verdadera fuerza viene de cómo maneja y perfecciona los vínculos entre todos los personajes. Esta sensación de amistad, romance, lealtad, decepciones, tristeza y dolor, son el motor de la serie y algo que sigue acompañándola hasta ahora. Por ejemplo, si bien la segunda temporada nos brindó el increíble bromance entre Dustin (Gaten Matarazzo) y Steve (Joe Keery), ahora podemos ver que esto nunca fue algo fortuito, sino que ambos actores son tan carismáticos que pueden extender su química hacia los nuevos personajes y hacerlos inmediatamente parte del grupo principal.

Otra gran mejora que puedo ver, a comparación de la temporada pasada, es que Stranger Things 3 goza de una narrativa mucho mejor estructurada y que el camino de todos los grupos de personajes colindarán al final hacia un mismo lugar y propósito. Como muchos recordarán, el episodio 7 “La hermana perdida” de la temporada anterior, fue un cambio de dirección bastante abrupto en términos narrativos, algo que realmente no pude apreciar. Pero no me malinterpretes, creo que el episodio fue bueno en su propia ley, solo que se sintió muy fuera de lugar en contraste a la dirección que estaban tomando el resto de capítulos. Con eso en mente, te alegrará saber que esta nueva temporada no comete esos exabruptos, todo se siente orgánicamente diseñado para que los diferentes caminos se dirijan hacia un triste y esperado desenlace.

Otro detalle importante a señalar es el rol de Billy (Dacre Montgomery), que a pesar de haber sido presentado en Stranger Things 2, es recién ahora que deja de ser un facilitador de la trama (bueno, en parte lo es), para convertirse en un verdadero personaje, con sus propias fortalezas y debilidades. Si bien pudimos ver algo de esto en la temporada anterior, a través de los abusos de su padre, es ahora que vemos otros aspectos menos explorados del personaje que son muy bien tratados por el actor.

Stranger Things 3 se divide de ocho capítulos que mantienen un ritmo increíblemente bueno, cada uno de ellos está lleno de escenas muy bien cronometradas y que se disponen para seguir viendo un episodio tras otro. En ese sentido, creo que los showrunners, the Duffer Brothers, han sabido utilizar toda la experiencia ganada para crear una película de aproximadamente ocho horas.

Además de la composición y el flujo de la narrativa, es imposible pasar por alto el increíble trabajo que se ha venido realizando con los efectos especiales. Sin entrar en terreno spoiler, esta definitivamente es la producción más ambiciosa que he visto de la serie, algo que llega a magnitudes realmente grandes al momento de querer sumergirnos en los mitos de los que se compone Stranger Things. Todo esto, combinado con la destreza en el manejo de cámaras, nos brindan secuencias  que por momentos me hacen pensar que estoy viendo una película de acción. Del mismo modo, el corazón de la serie siempre ha estado vinculado a la añoranza, los colores, la música y la nostalgia de la década de los 80, algo que también se trasluce muy armónicamente aquí. Todo eso se ve de mejor manera reflejado en las escenas en que Eleven y Max exploran y desarrollan su amistad en sus visitas al mall, brindándonos así una carta de amor de los Duffer a la pasada década.

Si bien hasta ahora Stranger Things 3 suena bastante decente, tanto que la considero de un nivel muy similar a la primera, también es importante que podamos señalar algunos tropezones. Tengo que resaltar que ninguno de ellos arruina la experiencia, pero sí son detalles que me dejaron algo indeciso. Por un lado, siento que esta temporada se respalda mucho más en la acción que en el suspenso. En la anterior, episodios como la muerte de Bob (Sean Astin) o la pelea de Steve contra todos los demodogs, manejaron la tensión de manera más prolongada. En esta ocasión siento que la mayoría de ese tipo de escenas estuvieron salpicadas con algunos elementos humorísticos con el fin de aligerar la carga. Si bien sigue siendo igual de efectivo, por momentos me hacía pensar que el riesgo era mucho menor de lo que realmente podría significar.

Pero más allá de eso, y para terminar, lo nuevo de Stranger Things cumple al brindarnos ocho episodios muy bien estructurados que se alimentan muy bien de los distintos vínculos formados de sus simpáticos protagonistas. Es como si todos hubieran tenido un momento preciso para brillar, haciendo de este un reparto ensamblando que ha sabido acoger muy bien a los nuevos personajes poniéndolos en función de la perfecta química que se ha gestado desde el primer capítulo.

Del mismo modo, el cierre nos lleva hacia nuevos lugares que serán interesantes de ver y cómo configuraran los eventos para la próxima temporada. Ya que, más que todo, aún hay bastante material para seguir ahondando en el crecimiento y la evolución. Cierro con la idea que Stranger Things 3 es una temporada en que se trabajan muchos temas que guardan relación con la despedida, la redención y el adaptarnos a los cambios (sin importar que estos sean buenos o malos), y la manera orgánica en que son presentados demuestran el nivel de escritura que ha alcanzado la serie. No quiero esperar dos años para la temporada cuatro.

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Johann Aldazábal

Director Editorial | Analista de la industria de los videojuegos y el entretenimiento | Psicólogo Clínico | Músico amateur, geek, cinéfilo.